lunes, 15 de enero de 2007

1. Fotos, recuerdos y mix de amarguras por correo.

       Cortazarzas tarareando a la luz del sol entre mis dedos. Cortazarzas bañado de rojo furioso con bonitas incrustaciones de plata y mis iniciales grabadas en el mango. Cortazarzas pelando una manzana con una sonrisa incrustada en su carita de querubín travieso. Cortazarzas chiquito y dormido en el asiento de atrás del auto, despatarrado entre bolsas de papas fritas, latas de gaseosa y migas de chocolate. Cortazarzas poniéndose a latir dentro de mi bolsillo esperando una caricia o un pedacito de carne y entonces, de repente, la felicidad misma. La felicidad jugando a las escondidas en los recovecos del alma, rondando curiosa, indecisa en la punta de la lengua como una bailarina de mundos invisibles, sin dejarse articular hasta el final, hasta que uno cae en la cuenta de lo maravillosos que pueden ser esos instantes y la sorpresa es más contundente que un cross de izquierda. No es que esté diciendo nada del otro mundo, solo ciertas imágenes pegajosas para que entiendas el amor profundo que puede existir entre un hombre y su mascota. El mío que es un amor puro y nostálgico como una letra de tango o como cualquier otra cosa que sea pura y nostálgica, y el amor de Cortazarzas, el amor de Cortazarzas, que sé yo.
No sé si te aclaré que Cortazarzas es un cortaplumas. Lo compré de muy cachorro en la feria de antigüedades de San Telmo y lo he criado con todos los cuidados posibles. A veces, sospecho, demasiados cuidados y mimos que podrían haber viciado su carácter, pero en ese sentido he tenido suerte.
    Generalmente Cortazarzas es un buen tipo y no da problemas, y a decir verdad son contadas las ocasiones en que se pone difícil. La única vez que me atacó, si no recuerdo mal, había estado intranquilo desde la mañana. Y te digo que la culpa la tuve yo que lo estuve hinchando todo el día para cortar unos melones verdes.Estábamos a principios de primavera, y uno sabe que es en primavera cuando éste tipo de cortaplumas se ponen en celo y son capaces de atacar a sus dueños por cualquier motivo, como los Dogos de la otra cuadra que le arrancaron el único brazo al muchacho de las pizzas (el manquito Roberto, que ahora ya no le dicen más manquito sino Roberto solo, pobrecito ) o los Dodges del desarmadero, que se volvieron locos y aplastaron al gordo Palavicino contra una reja durante toda la noche y después claro, imagínate que espectáculo habrá sido que hasta los forenses se turnaban para correr a vomitar.
Así que en el fondo, yo la saqué barata che, una cicatriz sin importancia, un surco rojo desde el mentón hasta la ceja derecha, pero que bien mirado no es algo tan insoportable. Digamos que un poco de maquillaje suele levantarme el ánimo, además de evitar que la gente se asuste, los chicos especialmente, que cuando me ven venir se ponen a llorar pidiendo upa a padres y a extraños. Pero de nuevo me estoy yendo por las ramas. Lo que quiero contarte no tiene tanto que ver con Cortazarzas, y ni siquiera tiene que ver directamente conmigo sino más bien con una serie de episodios de los que no estás enterado y que me tienen preocupado... Mejor dicho, la palabra correcta sería resignado. Resignado porque he perdido la capacidad de reacción, me he visto superado y desbordado por los hechos y cuando esto sucede todo lo que queda es aceptar lo que el destino nos imponga, sin patalear. En estos nefastos meses que voy a relatarte, he pasado por todos los estadíos anteriores a la resignación: angustia, miedo, impotencia, ira, tormento, espanto y desesperación.
Vamos a ver si puedo ser más específico. ¿Viste que a veces uno se mete en problemas y que al principio esos problemas no parecen tan graves, así que no les damos pelota, pero después esos mismos problemas acarrean otros más grandes que a su vez acarrean otros, y al final resulta que el problemita chiquito desencadenó moles gigantescas de problemas, Tsunamis de problemas, problemas Kingko-Godzileanos?
¿Te acordás cuando teníamos doce años y vivíamos allá en Luján? Que buena época esa, cada vez que me acuerdo me pongo nostálgico. ¿Te acordás cuando casi me linchan por robarme la virgencita en semana santa y tratar de cobrar el rescate a una peregrinación que llegaba desde La Ferrere? Los feligreses me corrieron hasta mi casa, y decí que mi abuela Porota creyó que eran todos peronistas y los mantuvo a escobazo limpio hasta que llegaste vos, porque sino quien sabe que hubiera pasado. Nunca me voy a olvidar como intercediste haciéndote pasar por mi psiquiatra (tenías los bigotes blancos porque era la hora de la leche, me acuerdo) y con cuánto énfasis les explicaste a esas hordas vengativas que yo, en el fondo, era un ser inofensivo, un poco trastornado por las clases de catequesis, que en realidad mi único problema era la intolerancia a la adoración de ídolos, y que a fin de cuentas la Santa Biblia también condenaba eso. Les devolviste la réplica de la tía Norma y los tipos se fueron mansitos para la basílica con cara de haberle arrancado el chupetín a un nene pobre. A propósito ¿sabías que fue la abuela la que encontró la imagen escondida entre los yuyos de su jardín, y que se encaprichó con que ese “enano” había estado ahí desde los años cincuenta? No quiso que nadie más lo tocara. Hasta sus últimos años salió a regar las plantas y a conversar con “Miguelito” como si fuera la cosa más normal del mundo.
          Amigo mío, siempre voy a estar en deuda con vos, pero me parece que la tormenta en la que me veo envuelto en éstos días hace que aquella anécdota parezca una trivialidad. Confìo en que una persona con buen criterio como vos va a saber aconsejarme, o cuanto menos escuchar a éste desdichado que lo único que sabe hacer es buscarse la propia ruina con increíble insistencia. Pero seguro que no me estás entendiendo nada. Lo mejor va a ser empezar desde el principio para que te hagas una idea de las dimensiones de toda ésta pesadilla.

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